Foto cortesía de Kalliope Kokolis |
Como
organismos vivos preocupados por nuestra supervivencia, estamos naturalmente
equipados para manejar nuestras vidas con el objetivo de crear más placer y
menos dolor para nosotros mismos. Sin embargo, muchas cosas están completamente
fuera de nuestro control – el envejecimiento, la enfermedad, la muerte,
personas que mueren, otras personas que actúan de manera que no nos gusta,
nuestros propios estados de ánimo y nuestras emociones… todo está fuera de
nuestras manos.
Aun
así, cuando este hábito automático de controlar se hace cargo, cuando toda
nuestra identidad está en el
personaje del Controlador, estamos alejados de las cualidades de presencia,
frescura, y espontaneidad; perdemos la capacidad de responder desde un lugar
más sabio y compasivo.
Puedes haber notado esto en tu propia vida. Por ejemplo, cuando estás con otra persona
y te estás sintiendo ansioso, observa al Controlador en ti que está tratando de
ser experimentado de determinada
manera. Puedes notar que cuanto más inseguro te sientes, más entra en acción el
Controlador.
Todos
tenemos nuestra manera diferente de convertirnos en el Controlador. A veces
tratamos de controlar enmarcando o presentando las cosas de una cierta manera
para provocar una determinada respuesta. Algunos de nosotros controlamos
retirándonos. Por ejemplo, podemos encontrarnos a nosotros mismos pensando,
“Ok, si me vas a tratar de esta manera, entonces me voy a retirar.”
Otra
manera en que controlamos es por retrayéndonos en nosotros mismos, cerrándonos.
Un entrenador de fútbol habla acerca del intercambio con un ex-jugador: “Le
dije, ¿Qué pasa contigo? ¿Es ignorancia o apatía?” El jugador dijo,
“Entrenador, no sé, y no me importa.”
También
tratamos de controlar preocupándonos. Es completamente ineficaz, pero es lo que
hacemos. Nos preocupamos y nos obsesionamos, pensamos y planificamos.
Sin
embargo querer controlar las cosas es una parte natural de nuestra biología. La
pregunta es: ¿lo hacemos de una manera que causa que nuestra identidad esté
completamente envuelta en ello? A menudo, cuando tratamos de controlar todo,
tendemos a encerrarnos en una experiencia de nosotros mismos como un ser
apretado, egoísta, y perdemos la visión de quiénes somos realmente.
En
su libro Lo que hay que tener / Elegidos
para la gloria, Tom Wolfe describe cómo, en la década de 1950, unos pocos
pilotos altamente entrenados estaban intentando volar a altitudes mayores a las
que jamás se habían logrado. Los primeros pilotos para enfrentar este desafío
respondieron frenéticamente tratando de estabilizar sus aviones cuando perdían control.
Podían aplicar corrección tras corrección; sin embargo, como estaban fuera de
la atmósfera terrestre, las reglas de la termodinámica ya no se aplicaban,
entonces los aviones simplemente se volvían locos. Cuanto más furiosamente
manipulaban los controles, más salvajes eran los recorridos. Gritando
impotentes a la torre de control, “¿Qué hago ahora?” los pilotos se sumergían
en su muerte.
Este
drama trágico ocurrió varias veces hasta que uno de los pilotos, Chuck Yeager,
inadvertidamente se topó con una solución. Cuando el avión empezó a caer,
Yeager fue lanzado violentamente dentro de la cabina y se desmayó.
Inconscientemente, se precipitó a tierra. Siete millas después, el avión
reingresó a la densa atmósfera del planeta donde las estrategias estándares de
navegación se podían implementar. Estabilizó el avión y aterrizó. Al hacerlo,
había descubierto la única respuesta posible para salvar vidas en esta
situación desesperada: no hagas nada. Quita las manos de
los controles.
Es
exactamente lo mismo con nosotros. Como escribió Wolfe, “Es la única solución
que tenía. Quitar las manos de los controles.”
Con
suerte, puedes evitar estar inconsciente para descubrir esta verdad! Lo que puedes hacer es empezar a notar cada vez
que de alguna manera te has convertido en el Controlador, y simplemente hacer
una pausa, observar qué está sucediendo, y preguntarte, “¿Cómo es esto?” ¿Cómo
se siente mi cuerpo? ¿Mi corazón? ¿Cómo está mi mente? ¿Hay algún espacio? ¿Me gusto a mí mismo
cuando me identifico como el Controlador?”
Esta
pausa ofrece la posibilidad de una nueva elección. Te puedes preguntar, “¿Qué
pasaría si sólo saco mis manos del control un poco? ¿Qué pasaría si simplemente
prestara atención al momento presente, a la experiencia de estar aquí y ahora?”
Mientras
lentamente comienzas a sacar las manos de los controles, es importante tener
compasión a lo que sea que surja, ya que, detrás de la acción de controlar a
menudo está la ansiedad, el miedo, y a veces hasta pánico. Puede incluso ayudar
llevarte una mano al corazón, respirar con ella, y sentir que su contacto está
ofreciendo un acto de bondad y amor a esa inseguridad.
La
próxima vez que te encuentres de alguna manera tratando desesperadamente de
aterrizar a salvo, tu compasión puede ser lo que finalmente te brinde el coraje
necesario para soltar los controles. Al hacerlo, puedes descubrir que cada vez
que sueltas los controles,
se vuelve más y más fácil volver a entrar en la atmósfera de tu propia
vitalidad. Gradualmente llegarás a casa al flujo de tu propia presencia
viviente, al calor y al espacio de tu corazón despierto.
© Tara Brach
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Traducción del inglés: Taking Your Hands Off the Controls