Cada semana, espero que estas simples palabras les ayuden a encontrar paz y felicidad. Ya sea que vayan enfrentando sus temores, alivien el estrés y la ansiedad o lleguen a un punto de aceptación radical de uno mismo,
les ofrezco un espacio en el cual puedan tomar una pausa, respirar profundamente y fortalecer corazón y alma.
Bendiciones,
Tara

lunes, 19 de diciembre de 2011

La integración de la meditación budista y la psicoterapia


Cuando estaba en la universidad, pasé un fin de semana en las montañas haciendo senderismo con mi amiga. Ella, de 22 años, era mayor que yo y más sabia. Después de poner nuestra tienda de campaña en su sitio, nos sentamos a orillas de un arroyo, mirando el movimiento del agua y hablando acerca de nuestras vidas. Ella me contó que estaba aprendiendo cómo ser “su propia mejor amiga.” En aquel momento, sentí como si una ola de tristeza me cubriese, y me eché a llorar. Yo no vivía como si fuera mi mejor amiga. Continuamente, me ponía tensa y nerviosa, me criticaba y me juzgaba a mi misma. Según lo que veían los demás, yo estaba bien, tenía éxito en mi vida. Lo que no sabían era que  por dentro estaba agobiada, era tenaz, y a veces estaba deprimida. No estaba en paz con ninguna faceta de mi vida. Deseaba poder cuidar mejor de mi misma. Quería aceptar mi experiencia interior, sentir más intimidad y serenidad al relacionarme con los demás. 
Fotografía: cortesía de Kalliope Kokolis
 
Estos deseos y añoranzas me guiaron al mundo del psicoterapia — primero como cliente y luego como terapeuta — y al camino del Budismo.  Al combinar estas dos tradiciones, descubrí lo que ahora llamo “Aceptación Radical,” que es reconocer lo que  sentimos en el presente, respetando la experiencia con compasión. El psicólogo Carl Rogers escribió:



“La paradoja curiosa es que cuando me acepto tal y como soy, entonces, puedo cambiar.” 


En mi propio progreso interior y a la hora de trabajar con mis clientes de psicoterapia y meditación, veo una y otra vez que la Aceptación Radical es la vía hacía la curación de heridas emocionales y transformación espiritual. Cuando podemos afrontar nuestra experiencia con Aceptación Radical, descubrimos la integridad completa, la sabiduría, y el amor que forman parte de nuestro ser más profundo. 

Más información disponible en: http://www.tarabrach.com/audiodharma-Spanish.html


lunes, 28 de noviembre de 2011

Movimiento fluido, ánimo y presencia

¿Qué nos separa de la felicidad? 

Esta pregunta es fundamental en nuestras vidas. La próxima vez que estemos muy contentos,  hagámonos las siguientes preguntas, ¿Cómo puede ser?  ¿Qué pasa en nuestro interior cuando estamos muy felices?
 
Hay dos dimensiones que componen la alegría pura. La primera dimensión es la presencia. Estamos muy felices porque estamos presentes, “estamos aquí,” para experimentar lo que nos está ocurriendo. La segunda dimensión es que estamos vivos, llenos de vida. Las dos dimensiones están íntimamente relacionadas. Cuando estamos felices, podemos sentir que la vida fluye por nuestros cuerpos. Sí prestamos detenida atención a la vida, descubriremos que esta presencia a la que me refiero es conciente, crea espacio. Si de verdad vivimos dentro de esta presencia amplia y profunda, sentiremos el movimiento fluido de la vida.


Al explorar la relación intima entre vida y presencia, preguntémonos: ¿Qué nos deja entrar en el movimiento fluido del ánimo y alegría? ¿Qué nos permite vivir dentro de esta vida fluida en vez de sólo verla desde fuera? No queremos llegar al final de nuestras vidas sólo para darnos cuenta de no haber sentido la vida fluir por cuerpo, corazón y mente. No queremos llegar al final de la vida diciendo que no hemos vivido con vitalidad y fluidez. O que no hayamos disfrutado de la energía del amor que surge cuando nos relacionamos con otras personas. Por eso, la meditación tiene un papel fundamental en el enriquecimiento de nuestras vidas. Al crear una práctica de conciencia plena, aprendemos a volver al único sitio en nuestro interior donde la alegría, el amor y la paz son posibles. Es decir, que al meditar reconocemos la presencia de la alegría y podemos sentirla.

Las dos facetas de estar presentes requieren la voluntad o habilidad de parar y dejar de hacer tanto. No significa que debamos separarnos del mundo. Significa vivir en el presente para que nuestra mente esté en el presente y no en el futuro. Cuando estamos aquí, en este momento, nos abrimos a la vida que está delante nuestro. El estar presentes y abrirnos hacia la vida delante nuestro no ocurre muy a menudo ya que nuestra tendencia es de dejar el momento presente y perdernos en nuestros pensamientos.


La gente se pregunta, “Por qué no tengo más ánimo?  ¿Por qué no hay más alegría en mi vida?” Es porque no estamos en un estado de ser. Nuestra práctica de meditación nos ayuda a volver al presente para hacer el cambio de un estado de hacer a uno de ser


Desear controlar nos hace salir de presencia viva. Querer controlar es universal. Dentro de nuestro organismo, hay cierta ansiedad sobre nuestra existencia. Intentamos controlar nuestras vidas para sentirnos mejor. Es común querer disfrutar de la vida y evitar el dolor. Muy a menudo estamos reaccionando a lo que hay delante nuestro. Sólo basta con ver los ejemplos de cuan fácil reaccionamos en nuestras relaciones. Cuando estamos con otras personas, y sentimos ansiedad, notemos que hay una parte de nosotros que quiere controlar la situación. Manipulamos la vida para que esté a la altura de nuestras expectativas. Así, a medida que nos ponemos más inseguros, más controlamos.


En nuestra meditación, cuando notemos que hemos dejado el momento presente, y notemos que estamos controlando la situación, o estamos preocupados, la clave es pausar. Notar lo que está pasando y preguntarnos, “Qué es esto?” Esta simple pausa nos permite volver a nuestros cuerpos y a la fluidez de la vida. La práctica es volver al presente. 


Comparto estas observaciones porque cada vez que despertamos del trance de separación en que vivimos en nuestras mentes, volvemos una y otra vez a la fluidez de la vida. Volvemos al presente en el cual podemos conocer el amor eterno. Un amor que va revelándose de varias maneras. Una y otra vez, al refugiarnos en la fluidez de la vida y en la quietud de la cual proviene, nuestro amor y nuestra capacidad de amar se revelan en nuestras vidas. 

Más información disponible en: http://www.tarabrach.com/audiodharma-Spanish.html

viernes, 18 de noviembre de 2011

Navegando las olas

No podemos hacer que las olas paren, pero sí podemos aprender a navegarlas.

No podemos controlar lo que nos pase en la vida. Van a haber personas con la cuales no estemos de acuerdo. Puede ser que nos enfermemos o que nuestras emociones lleguen a un nivel abrumador y no podamos más con ellas. Lo que podemos hacer es aprender a fluir con la vida. A lo que me refiero es aprender a navegar las olas de la vida.

Algunas personas hacen surf. ¿Yo? Aprendí a hacer surf con una tabla pequeña, una tabla de boogie. De hecho, llegué a ser tan fanática del deporte que me pasaba cada verano en el mar navegando las olas hora tras hora. Habían momentos en los cuales tomaba una ola y perdía cualquier sentido de tener control. Ya no había un enfoque en mi propio ser. Sino era como si la ola y yo nos convertíamos en uno.  Había una presencia, una fluidez y gracia absoluta.
 
Cuando los atletas entran en la zona de máxima concentración mental, física y emocional mientras entrenan, lo logran porque no están controlando la situación. La cualidad de profunda presencia con la cual viven ese momento les permite conectarse con la fluidez del mismo. Cuando estamos conectados con esta energía fluida, ya no nos importa el qué dirán o nuestra auto crítica. El concepto del yo desaparece. Nos conectamos al movimiento fluido del universo. Nos conectamos con la sabiduría, el amor, el poder, y la fuerza del Infinito.
La meditación es la técnica que nos conecta con esta presencia y poder. Nos enseña a navegar cualquier ola que venga hacia nosotros. 

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miércoles, 9 de noviembre de 2011

La ilusión del ser irreal en otras personas

Es muy posible que nuestra sensibilidad hacia las noticias mundiales vaya disminuyendo a medida que el número de ellas aumente. En el periódico y en el Internet cada día aparecen tantos reportajes de personas que están en paro, huelgas de hambre, perdida de familiares, noticias de muertes, guerras, y desastres naturales. A medida que nuestra sensibilidad disminuye, nos vamos separando de las otras personas en nuestro mundo y de sus historias. De esta manera empezamos a ver a las otras personas como seres diferentes, “personas irreales.” Al menos que estemos despiertos en un estado de compasión, nos olvidadmos de ver a las personas en las noticias como los seres humanos que realmente son. Aunque son exactamente como nosotros, no reconocemos al otro como “una persona quien mira por sus ojos o siente con su corazón.” Cuando las personas no nos parecen reales, nuestros corazones no pueden responder con auténtica compasión.

Al valorar a otras personas como seres humanos, vamos reconociendo lo que en realidad pasa en sus vidas; reconocemos sus historias. Sólo con ese reconocimiento, nosotros mismos nos abrimos hacia la compasión y podemos recibirlas con un corazón abierto. 

¿Cómo nos hacemos concientes de que estas personas son “reales”? 

Una manera es hablar con los que no tienen mucho en común con nosotros. Así empezamos a reconocer el hecho de que detrás de nuestras máscaras, la persona delante nuestro también tiene los mismos miedos, los mismos sueños, el mismo deseo de dar y recibir amor. Al estar en un estado de presencia y escuchar profundamente, reconocemos su humanidad. ¿Qué pasa cuando estamos en un estado de presencia al escuchar? Cuando estamos en ese estado de presencia al escuchar, experimentamos un sentido de receptividad y apertura, mediante el cual formamos parte de aquella presencia. Sea lo que sea que llamemos a aquella presencia: Dios, conciencia pura, nuestra naturaleza o estado de ser puro, los límites entre lo interior y lo exterior se disuelven. Cuando estamos en esa presencia abierta, el otro llega a ser parte de nuestro corazón. Nuestro corazón se abre, se transforma, y el otro se transforma a una persona “real.”
 
La compasión puede ser descrita como el acto de sentir la vulnerabilidad y sufrimiento que forma parte de nosotros y todos los seres vivientes. El florecer a la compassion también incluye la acción de sintonizarnos con la presencia del sufrimiento y respondiendo conscientemente. Debido a nuestro condicionamiento social, reúsamos a sentirnos vulnerables. El camino de la compasión requiere nuestro valor y enfoque. A medida que despertamos a la realidad de nuestra connección con los demás, nuestros corazones se van llenando de ternura y nuestras acciones sirven para sanar al mundo.

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domingo, 30 de octubre de 2011

El arte sagrado de escuchar

Escuchar es acercarnos dulcemente
Con ganas de poder ser cambiados
Por lo que escuchamos.
 
                 —Mark Nepo - Poeta

¿Qué pasa cuando estamos en un estado de presencia al escuchar? Cuando estamos en ese estado de presencia al escuchar, experimentamos un sentido de receptividad y apertura, mediante el cual formamos parte de aquella presencia. Sea lo que sea que llamemos a aquella presencia (Dios, conciencia pura, nuestra naturaleza o estado de ser puro) los límites entre lo interior y lo exterior se disuelven, y nos convertimos en un luminoso campo de conciencia. Cuando estamos en esa presencia abierta y expansiva, podemos responder en vez de reaccionar a la vida, al camino que tenemos delante nuestro. Al ver la vida desde este estado de presencia terminamos enamorándonos de ella.

Este estado de presencia al escuchar es el precursor o requisito esencial para relacionarnos con los demás basados en el amor. A medida que vayamos obteniendo un mejor entendimiento de este estado de presencia al escuchar – el sonido y el tono de voz de la otra persona pueden ser recibidos de la misma manera en que recibimos el sonido de la lluvia  en una tarde otoño lluviosa – sin resistencia, con una mejor noción de cómo crear, apoyar, y mantener una relación amorosa.

Puede ser que esta manera de escuchar nos ponga en una posición muy vulnerable. Tan pronto como paramos de planear lo que vamos a decir o dejamos de manipular lo que dice la otra persona, de repente no tenemos control. Nos abrimos hacia nuestra propia tristeza, nuestra propia rabia e inquietud. Escuchar significa dejar de controlar. Es un gran desafío.

Cuando alguien nos habla, pasamos la mayoría del tiempo planeando lo que vamos a decir en cuanto la otra persona deje de hablar. En vez de escuchar nos pasamos la conversación evaluándola, intentando presentar nuestro punto de vista lo mejor posible, o controlando la situación. 

Escuchar de una manera pura es dejar de controlar. No es fácil y requiere mucha práctica. Sólo cuando podemos dejar de controlar, es cuando podemos recibir el amor puro. No podemos ver o entender a alguien en los momentos en los cuales estamos intentando  controlar lo que se dice o cuando nuestra intención es dejar una buena impresión con lo que decimos. En estas circunstancias, no hay espacio para que la otra persona crezca y para que pueda ser quien realmente es.  Escuchar y recibir incondicionalmente lo que otra persona expresa son expresiones de amor.

Cuando alguien nos escucha, nos sentimos conectados. Cuando nadie nos escucha, nos sentimos separados. Ya sea que nos estemos comunicando entre diferentes tribus, grupos étnicos, razas o generaciones, necesitamos poder escucharnos. A medida que nos entendemos mejor, tenemos menos miedo.  Cuando tenemos menos miedo, confiamos más. Y cuando más confiamos, más dejamos que el amor fluya en nuestras vidas.  


No es verdad que para llegar a conocer la verdadera belleza de un árbol,
Uno debe de descansar tranquilamente debajo de su sombra?
¿No tiene que ponerse debajo de su sombra?
Para conocer a alguien, es necesario pararnos debajo de su sombra por un momento.
¿Qué significa esto?
Significa poder escuchar en silencio y recibir la esencia de quién realmente es
Como si estuviéramos debajo de la sombra de un árbol, conociéndolo desde su interior.


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lunes, 24 de octubre de 2011

El estrés y la meditación

El mago Harry Houdini viajaba por los pequeños pueblos de Europa haciendo sus demostraciones de escapismo. Pedía ser atado por los carceleros con una camisa de fuerza y luego ser encerrado en una celda para ver si podía escaparse. Una y otra vez, todos los espectadores quedaban asombrados ya que no había camisa ni celda alguna que pudiese contener a Houdini.



Un día, en una aldea irlandesa, delante de una multitud de gente, consiguió zafarse de la camisa de fuerza que le habían puesto pero por más que tratase, no podía abrir el candado de la celda. Después de varias horas, desilusionados, los lugareños se fueron. Houdini no entendía qué pasaba ya que hasta aquel momento, nunca ningún candado le había dado tal reto. Confundido y frustrado, Houdini preguntó al carcelero acerca de la cerradura, intentando entender por qué no podía abrirla. El carcelero le dijo, “Es una cerradura común y corriente. No tiene nada de especial. Sabiendo que tu puedes abrir cualquier cerradura, no me molesté en cerrarla con llave.” 


Houdini, no lo podía creer. Había estado encerrándose dentro de la celda todo el tiempo ya que suponía que la cerradura estaba echada llave. Estaba libre desde un principio.


Algo muy similar nos ocurre a nosotros. Pasamos el día suponiendo que hay un problema con nosotros mismos, que hay algo malo que nos queda por resolver. Limitamos nuestra perspectiva, nos ponemos tensos, ocupados, nos estresamos. 
¿No es así? 

El Buddha dijo que lo que piensa una persona se refleja en su mente y se convierte en una tendencia de la misma. Esto también afecta a nuestros cuerpos. Si estamos preocupados, nuestro cuerpo produce un flujo constante de adrenalina y cortisol que nos mantiene nerviosos e inquietos.

Consideremos lo siguiente: ¿Los pensamientos que uno tiene durante el día producen un sentimiento de bondad, interés, o posibilidad? ¿O despiertan tensión, separación, o inquietud?

La neurociencia y sus avances más recientes confirman que las neuronas que se activan juntas permanecen juntas. Esto quiere decir que mientras más pensamos en algo, más forma parte de nuestra realidad. A un nivel físico, la conección entre neuronas se fortalece.


La meditación nos ofrece un método completamente radical para liberarnos de los pensamientos que no nos favorecen, de aquel trance en el cual caemos debido al estrés. Podríamos llamarlo: trance estresante. A medida que profundizamos nuestra práctica de meditación, desarrollamos la habilidad de volvernos conscientes de nuestros pensamientos. Esto nos da la libertad de elegir dónde poner nuestra atención. Poco a poco nos vamos dando cuenta que no es necesario creer en nuestros pensamientos. En especial, aquellos pensamientos que no nos favorecen y van formando una celda alrededor de nuestra mente. Una celda como la de Houdini, que parece estar cerrada, pero en realidad está abierta y somos nosotros los que inconscientemente nos encerramos.    



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