¿Qué nos separa de la felicidad?
Esta pregunta es fundamental en nuestras vidas. La próxima vez que estemos muy contentos, hagámonos las siguientes preguntas, ¿Cómo puede ser? ¿Qué pasa en nuestro interior cuando estamos muy felices?
Hay dos dimensiones que componen la alegría pura. La primera dimensión es la presencia. Estamos muy felices porque estamos presentes, “estamos aquí,” para experimentar lo que nos está ocurriendo. La segunda dimensión es que estamos vivos, llenos de vida. Las dos dimensiones están íntimamente relacionadas. Cuando estamos felices, podemos sentir que la vida fluye por nuestros cuerpos. Sí prestamos detenida atención a la vida, descubriremos que esta presencia a la que me refiero es conciente, crea espacio. Si de verdad vivimos dentro de esta presencia amplia y profunda, sentiremos el movimiento fluido de la vida.
Al explorar la relación intima entre vida y presencia, preguntémonos: ¿Qué nos deja entrar en el movimiento fluido del ánimo y alegría? ¿Qué nos permite vivir dentro de esta vida fluida en vez de sólo verla desde fuera? No queremos llegar al final de nuestras vidas sólo para darnos cuenta de no haber sentido la vida fluir por cuerpo, corazón y mente. No queremos llegar al final de la vida diciendo que no hemos vivido con vitalidad y fluidez. O que no hayamos disfrutado de la energía del amor que surge cuando nos relacionamos con otras personas. Por eso, la meditación tiene un papel fundamental en el enriquecimiento de nuestras vidas. Al crear una práctica de conciencia plena, aprendemos a volver al único sitio en nuestro interior donde la alegría, el amor y la paz son posibles. Es decir, que al meditar reconocemos la presencia de la alegría y podemos sentirla.
Las dos facetas de estar presentes requieren la voluntad o habilidad de parar y dejar de hacer tanto. No significa que debamos separarnos del mundo. Significa vivir en el presente para que nuestra mente esté en el presente y no en el futuro. Cuando estamos aquí, en este momento, nos abrimos a la vida que está delante nuestro. El estar presentes y abrirnos hacia la vida delante nuestro no ocurre muy a menudo ya que nuestra tendencia es de dejar el momento presente y perdernos en nuestros pensamientos.
La gente se pregunta, “Por qué no tengo más ánimo? ¿Por qué no hay más alegría en mi vida?” Es porque no estamos en un estado de ser. Nuestra práctica de meditación nos ayuda a volver al presente para hacer el cambio de un estado de hacer a uno de ser
Desear controlar nos hace salir de presencia viva. Querer controlar es universal. Dentro de nuestro organismo, hay cierta ansiedad sobre nuestra existencia. Intentamos controlar nuestras vidas para sentirnos mejor. Es común querer disfrutar de la vida y evitar el dolor. Muy a menudo estamos reaccionando a lo que hay delante nuestro. Sólo basta con ver los ejemplos de cuan fácil reaccionamos en nuestras relaciones. Cuando estamos con otras personas, y sentimos ansiedad, notemos que hay una parte de nosotros que quiere controlar la situación. Manipulamos la vida para que esté a la altura de nuestras expectativas. Así, a medida que nos ponemos más inseguros, más controlamos.
En nuestra meditación, cuando notemos que hemos dejado el momento presente, y notemos que estamos controlando la situación, o estamos preocupados, la clave es pausar. Notar lo que está pasando y preguntarnos, “Qué es esto?” Esta simple pausa nos permite volver a nuestros cuerpos y a la fluidez de la vida. La práctica es volver al presente.
Comparto estas observaciones porque cada vez que despertamos del trance de separación en que vivimos en nuestras mentes, volvemos una y otra vez a la fluidez de la vida. Volvemos al presente en el cual podemos conocer el amor eterno. Un amor que va revelándose de varias maneras. Una y otra vez, al refugiarnos en la fluidez de la vida y en la quietud de la cual proviene, nuestro amor y nuestra capacidad de amar se revelan en nuestras vidas.
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