Cada semana, espero que estas simples palabras les ayuden a encontrar paz y felicidad. Ya sea que vayan enfrentando sus temores, alivien el estrés y la ansiedad o lleguen a un punto de aceptación radical de uno mismo,
les ofrezco un espacio en el cual puedan tomar una pausa, respirar profundamente y fortalecer corazón y alma.
Bendiciones,
Tara

lunes, 28 de noviembre de 2011

Movimiento fluido, ánimo y presencia

¿Qué nos separa de la felicidad? 

Esta pregunta es fundamental en nuestras vidas. La próxima vez que estemos muy contentos,  hagámonos las siguientes preguntas, ¿Cómo puede ser?  ¿Qué pasa en nuestro interior cuando estamos muy felices?
 
Hay dos dimensiones que componen la alegría pura. La primera dimensión es la presencia. Estamos muy felices porque estamos presentes, “estamos aquí,” para experimentar lo que nos está ocurriendo. La segunda dimensión es que estamos vivos, llenos de vida. Las dos dimensiones están íntimamente relacionadas. Cuando estamos felices, podemos sentir que la vida fluye por nuestros cuerpos. Sí prestamos detenida atención a la vida, descubriremos que esta presencia a la que me refiero es conciente, crea espacio. Si de verdad vivimos dentro de esta presencia amplia y profunda, sentiremos el movimiento fluido de la vida.


Al explorar la relación intima entre vida y presencia, preguntémonos: ¿Qué nos deja entrar en el movimiento fluido del ánimo y alegría? ¿Qué nos permite vivir dentro de esta vida fluida en vez de sólo verla desde fuera? No queremos llegar al final de nuestras vidas sólo para darnos cuenta de no haber sentido la vida fluir por cuerpo, corazón y mente. No queremos llegar al final de la vida diciendo que no hemos vivido con vitalidad y fluidez. O que no hayamos disfrutado de la energía del amor que surge cuando nos relacionamos con otras personas. Por eso, la meditación tiene un papel fundamental en el enriquecimiento de nuestras vidas. Al crear una práctica de conciencia plena, aprendemos a volver al único sitio en nuestro interior donde la alegría, el amor y la paz son posibles. Es decir, que al meditar reconocemos la presencia de la alegría y podemos sentirla.

Las dos facetas de estar presentes requieren la voluntad o habilidad de parar y dejar de hacer tanto. No significa que debamos separarnos del mundo. Significa vivir en el presente para que nuestra mente esté en el presente y no en el futuro. Cuando estamos aquí, en este momento, nos abrimos a la vida que está delante nuestro. El estar presentes y abrirnos hacia la vida delante nuestro no ocurre muy a menudo ya que nuestra tendencia es de dejar el momento presente y perdernos en nuestros pensamientos.


La gente se pregunta, “Por qué no tengo más ánimo?  ¿Por qué no hay más alegría en mi vida?” Es porque no estamos en un estado de ser. Nuestra práctica de meditación nos ayuda a volver al presente para hacer el cambio de un estado de hacer a uno de ser


Desear controlar nos hace salir de presencia viva. Querer controlar es universal. Dentro de nuestro organismo, hay cierta ansiedad sobre nuestra existencia. Intentamos controlar nuestras vidas para sentirnos mejor. Es común querer disfrutar de la vida y evitar el dolor. Muy a menudo estamos reaccionando a lo que hay delante nuestro. Sólo basta con ver los ejemplos de cuan fácil reaccionamos en nuestras relaciones. Cuando estamos con otras personas, y sentimos ansiedad, notemos que hay una parte de nosotros que quiere controlar la situación. Manipulamos la vida para que esté a la altura de nuestras expectativas. Así, a medida que nos ponemos más inseguros, más controlamos.


En nuestra meditación, cuando notemos que hemos dejado el momento presente, y notemos que estamos controlando la situación, o estamos preocupados, la clave es pausar. Notar lo que está pasando y preguntarnos, “Qué es esto?” Esta simple pausa nos permite volver a nuestros cuerpos y a la fluidez de la vida. La práctica es volver al presente. 


Comparto estas observaciones porque cada vez que despertamos del trance de separación en que vivimos en nuestras mentes, volvemos una y otra vez a la fluidez de la vida. Volvemos al presente en el cual podemos conocer el amor eterno. Un amor que va revelándose de varias maneras. Una y otra vez, al refugiarnos en la fluidez de la vida y en la quietud de la cual proviene, nuestro amor y nuestra capacidad de amar se revelan en nuestras vidas. 

Más información disponible en: http://www.tarabrach.com/audiodharma-Spanish.html

viernes, 18 de noviembre de 2011

Navegando las olas

No podemos hacer que las olas paren, pero sí podemos aprender a navegarlas.

No podemos controlar lo que nos pase en la vida. Van a haber personas con la cuales no estemos de acuerdo. Puede ser que nos enfermemos o que nuestras emociones lleguen a un nivel abrumador y no podamos más con ellas. Lo que podemos hacer es aprender a fluir con la vida. A lo que me refiero es aprender a navegar las olas de la vida.

Algunas personas hacen surf. ¿Yo? Aprendí a hacer surf con una tabla pequeña, una tabla de boogie. De hecho, llegué a ser tan fanática del deporte que me pasaba cada verano en el mar navegando las olas hora tras hora. Habían momentos en los cuales tomaba una ola y perdía cualquier sentido de tener control. Ya no había un enfoque en mi propio ser. Sino era como si la ola y yo nos convertíamos en uno.  Había una presencia, una fluidez y gracia absoluta.
 
Cuando los atletas entran en la zona de máxima concentración mental, física y emocional mientras entrenan, lo logran porque no están controlando la situación. La cualidad de profunda presencia con la cual viven ese momento les permite conectarse con la fluidez del mismo. Cuando estamos conectados con esta energía fluida, ya no nos importa el qué dirán o nuestra auto crítica. El concepto del yo desaparece. Nos conectamos al movimiento fluido del universo. Nos conectamos con la sabiduría, el amor, el poder, y la fuerza del Infinito.
La meditación es la técnica que nos conecta con esta presencia y poder. Nos enseña a navegar cualquier ola que venga hacia nosotros. 

Más información disponible en: http://www.tarabrach.com/audiodharma-Spanish.html

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La ilusión del ser irreal en otras personas

Es muy posible que nuestra sensibilidad hacia las noticias mundiales vaya disminuyendo a medida que el número de ellas aumente. En el periódico y en el Internet cada día aparecen tantos reportajes de personas que están en paro, huelgas de hambre, perdida de familiares, noticias de muertes, guerras, y desastres naturales. A medida que nuestra sensibilidad disminuye, nos vamos separando de las otras personas en nuestro mundo y de sus historias. De esta manera empezamos a ver a las otras personas como seres diferentes, “personas irreales.” Al menos que estemos despiertos en un estado de compasión, nos olvidadmos de ver a las personas en las noticias como los seres humanos que realmente son. Aunque son exactamente como nosotros, no reconocemos al otro como “una persona quien mira por sus ojos o siente con su corazón.” Cuando las personas no nos parecen reales, nuestros corazones no pueden responder con auténtica compasión.

Al valorar a otras personas como seres humanos, vamos reconociendo lo que en realidad pasa en sus vidas; reconocemos sus historias. Sólo con ese reconocimiento, nosotros mismos nos abrimos hacia la compasión y podemos recibirlas con un corazón abierto. 

¿Cómo nos hacemos concientes de que estas personas son “reales”? 

Una manera es hablar con los que no tienen mucho en común con nosotros. Así empezamos a reconocer el hecho de que detrás de nuestras máscaras, la persona delante nuestro también tiene los mismos miedos, los mismos sueños, el mismo deseo de dar y recibir amor. Al estar en un estado de presencia y escuchar profundamente, reconocemos su humanidad. ¿Qué pasa cuando estamos en un estado de presencia al escuchar? Cuando estamos en ese estado de presencia al escuchar, experimentamos un sentido de receptividad y apertura, mediante el cual formamos parte de aquella presencia. Sea lo que sea que llamemos a aquella presencia: Dios, conciencia pura, nuestra naturaleza o estado de ser puro, los límites entre lo interior y lo exterior se disuelven. Cuando estamos en esa presencia abierta, el otro llega a ser parte de nuestro corazón. Nuestro corazón se abre, se transforma, y el otro se transforma a una persona “real.”
 
La compasión puede ser descrita como el acto de sentir la vulnerabilidad y sufrimiento que forma parte de nosotros y todos los seres vivientes. El florecer a la compassion también incluye la acción de sintonizarnos con la presencia del sufrimiento y respondiendo conscientemente. Debido a nuestro condicionamiento social, reúsamos a sentirnos vulnerables. El camino de la compasión requiere nuestro valor y enfoque. A medida que despertamos a la realidad de nuestra connección con los demás, nuestros corazones se van llenando de ternura y nuestras acciones sirven para sanar al mundo.

Más información disponible en: http://www.tarabrach.com/audiodharma-Spanish.html