Cada semana, espero que estas simples palabras les ayuden a encontrar paz y felicidad. Ya sea que vayan enfrentando sus temores, alivien el estrés y la ansiedad o lleguen a un punto de aceptación radical de uno mismo,
les ofrezco un espacio en el cual puedan tomar una pausa, respirar profundamente y fortalecer corazón y alma.
Bendiciones,
Tara

viernes, 27 de julio de 2012

Viviendo de todo corazón


Las personas más felices que conozco tienen algo en común: encaran la vida de todo corazón, ya sea que estén meditando, jugando o trabajando. Tienen la capacidad de dar de si mismos completamente en el momento presente.

A muchos de nosotros nos cuesta vivir la vida con este nivel de presencia. Aquí hay un ejemplo:

Se regala: un pequeño gato de color anaranjado acaramelado,  seis meses de edad, juguetón, amigable, ideal para una familia con niños o joven y guapo marido de 32 años, llevadero, gracioso, con buen trabajo pero no le gustan los gatos. Él o el gato se van. Llame a Jennifer y escoja uno de los dos.

¿Con cuánta frecuencia vemos que nuestras relaciones, en vez vivirlas con una presencia de amor, las afrontamos con la idea de cambiar a la otra persona o ser diferentes? ¿Cuán a menudo notamos que nuestras inseguridades no nos dejan ser espontáneos, francos, o dar todo nuestro corazón? Piensa en una relación importante en tu vida y pregúntate: ¿Qué se interpone entre mí y mi habilidad de estar completamente presente con esta persona? Observa que pensamientos te vienen a la mente: el miedo de no ser lo suficiente, el sentir de que no hay suficiente tiempo, el querer que las  cosas sean de una cierta manera.  

Este mismo tipo de condicionamiento se ve reflejado en todos los aspectos de nuestras vidas a tal punto que forma parte de la manera en la cual nuestros cerebros han ido evolucionando. Para sentirnos al mando necesitamos controlar las cosas. Tratamos de evadir las desilusiones y prevenir que las cosas nos salgan mal.

Si dejamos que este condicionamiento dirija nuestras acciones, nos perdemos gran parte de la vida. Carl Jung dijo: “Nada tiene mayor influencia sicológica, en nuestros círculos sociales, especialmente sobre nuestros niños, que la vida no vivida de los padres.” La vida no vivida se va acumulando en aquellos momentos en los cuales no vivimos de todo corazón, en los momentos en los cuales estamos ocupados, yendo de prisa o tratando de no sentir o evadir nuestros sentimientos. La vida no vivida también es producto de las relaciones personales en las cuales no nos permitimos llegar un nivel de intimidad en el cual reconocemos nuestras emociones. La vida no vivida es aquella pasión, sueño o aventura que no seguimos.  La vida no vivida ocurre como mecanismo de auto-protección contra el sufrimiento pero termina llevándonos al mismo.

Lo que yo me he dado cuenta, al conversar con otras personas, es que para poder vivir de todo corazón uno necesita estar dispuesto a dejar de controlar. Al dejar ir de nuestra manera típica de aferrarnos y protegernos nos liberamos a poder expresarnos con vitalidad, creatividad y amor.

Si es que experimentamos con la idea de dejar ir del control, si nos proponemos a vivir de todo corazón, nuestro ser se expande. De esta manera vamos descubriendo el cariño y curiosidad innatos que nos llevan a entregarnos completamente al presente momento a momento. En vez que correr a la meta final, escogemos, de todo corazón, estar aquí para nuestra vida.      

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lunes, 16 de julio de 2012

Compasión


Esta es una de mis historias preferidas.

Una tarde, un perro que nunca había visto apareció en mi jardín. Se veía muy cansado el pobre. Como si nos conociécemos desde siempre, vino detrás mío por la puerta principal y se entró. Se fue por el pasillo principal hacia la sala de estar, se acostó en el sillón y tomó una siesta de una hora.

Ya que ni a mi ni a mis perros nos incomodaba su presencia y parecía ser un buen perro, decidí dejarlo dormir. Pasada una hora, se levantó, fue hacia la puerta y me pidió que lo dejase salir.

Curiosamente, el próximo día, el mismo perro estaba de vuelta. Fue directamente hacia el sillón, se acomodó como el día anterior y tomó otra siesta de una hora.  

Esto continuó por varias semanas. Finalmente, ya que tenía curiosidad por saber más, enganché una nota en su collar diciendo: “Cada tarde su perro viene a mi casa para tomar un siesta. A mí no me molesta en lo absoluto. Sólo quisiera asegurarme que usted esté al tanto.”

El próximo día mi nuevo amigo canino llegó con una nota diferente enganchada a su collar. La nota decía: “Él vive en un hogar con tres niños. Está tratando de recuperar el sueño perdido. Podría yo venir mañana junto con él?”

La compasión puede ser descrita como el dejar ser tocados por la vulnerabilidad y el sufrimiento que existen dentro de nosotros y todos los seres viventes. El florecer de la compasión en nuestras vidas también require de acción. No solamente debemos sintonizarnos a la presencia del sufrimiento sino también responder a la misma.

Hay una expresión que me encanta: “Sé amable, todo el mundo está luchando en la vida.”
  
No importa qué edad tengamos, si es que estamos en un cuerpo humano, en el planeta Tierra, muchas veces las cosas no son fáciles. No quiere decir que siempre tengamos que luchar o que la vida sea mala. A lo que me refiero es que a veces en la vida hay retos.

Nuestro condicionamiento social es tal que rehuimos al sufrimiento. El despertar con un corazón de compasión requiere una sincera intención y voluntad de practicarla. Puede ser un proceso simple. En el transcurrir de tu día, cuando te encuentres con diferentes personas, ve lo suficientemente despacio para preguntarte: ¿Cómo será la vida para esta persona? ¿Qué será lo que más necesita esta persona?

Si profundizas tu atención, encontrarás que todos a los que conoces viven con vulnerabilidad. Todos viven con miedo, han experimentado pérdidas e incertidumbre. Todos, a un cierto nivel, necesitan sentirse seguros, amados y ser vistos.

Sé amable, ve despacio y presta atención.

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miércoles, 11 de julio de 2012

La cooperación absoluta con lo inevitable


El místico jesuita, Anthony de Mello, dijo una vez: “La iluminación de nuestro ser es el resultado de la cooperación absoluta con lo inevitable.” Esta frase me hace reflexionar. Me parece que significa vivir de un modo en el cual estamos completamente abiertos hacia la vida tal y como es.  

En el océano Atlántico la corriente del Golfo fluye de la punta de la Florida bordeando la costa este de los Estados Unidos. Si uno pusiese una espiga alineada con el flujo de la corriente, flotaría con la corriente en dirección del norte. La espiga estaría en alineamiento, en un estado de gracia. Si no estuviese alineada con el fluir de la corriente, giraría sin control y no seguiría la corriente.

Alinearnos con el fluir de la vida es parte esencial de nuestra práctica de meditación de conciencia. De igual modo que la espiga, si nosotros no estamos alineados con el fluir de la vida, giramos fuera de control, en un estado de reacción, incapaces de sintonizarnos hacia la gracia divina. Al dejar que la vida fluya a través nuestro, nos mantenemos en alineamiento.
¿De qué maneras perdemos nuestra conexión con el fluir de la vida?

Mientras volvía a casa el otro día en mi automóvil noté lo siguiente. Tengo la costumbre de ir a una cierta velocidad. La persona delante mío iba despacio, demasiado despacio según yo. Ustedes conocen esa sensación ¿no es verdad? Yo no iba de prisa, no es que tenía una cita o un vuelo que tomar. Aún así empecé a sentirme impaciente y ansiosa. Con todo mi ser quería ir más rápido y no estaría contenta hasta que la situación cambiase.

En aquel momento hice una pausa mental. Me di cuenta que estaba luchando contra el momento presente e intenté dejar ir ese deseo. Este es un ejemplo pequeño de lo que sucede de varias maneras en nuestra experiencia humana. Nos quedamos trancados pensando que la felicidad no es posible sino hasta que cambien las cosas. Por ende, nos causamos tremenda infelicidad a nosotros mismos porque continuamente demandamos que las cosas sean diferentes.

Es interesante darnos cuenta cómo sucede esto o de dónde proviene el sentimiento. Me parece que es resultado del condicionamiento social en relación a los que nos trae felicidad. Crecemos creyendo que necesitamos ciertas cosas para ser felices. Por ejemplo decimos: “Si me dieran esa posición…si ganase tal monto…si sólo pudiese vivir en tal sitio... entonces sería feliz.” También pensamos: “Si sólo estaría más saludable…delgada…musculoso…cambiase de jefe o pareja.” La lista nunca termina.

Pasamos la vida esperando a que nuestra situación mejore para poder sentirnos contentos. Mientras sigamos pensando que nuestra felicidad depende de los eventos externos de nuestra vida, los cuales cambian continuamente, siempre estaremos esperando el momento perfecto.

¿Qué pasaría si pausáramos y nos alineáramos con la fluir de la vida?
¿Qué pasaría si nos moviéramos con el flujo de lo que sucede en este momento?
¿Qué significaría esto en tu vida aquí y ahora?

Alinearnos con lo que está aquí y ahora es una manera de practicar presencia. Nos ayuda a actuar en la vida con creatividad y compasión. De esta manera creamos una apertura mediante la cual podemos conectarnos con la inteligencia universal, el amor universal, dejándolo fluir por nuestro ser. Cuando la espiga está alineada con la corriente, ésta fluye a través de ella. Cuando nos alineamos con el fluir de nuestras vidas, hay una sabiduría universal, un amor que fluye a través nuestro que nos conecta con nuestra naturaleza eterna.


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jueves, 26 de abril de 2012

Navegando en kayak: encontrado una manera de estar con el miedo


La mayoría de nosotros vivimos con mucha tensión, a causa del miedo o la manera en la que lidiamos con el.  

Tememos que:
  • algo malo vaya a pasar 
  • no valgamos lo suficiente
  • no seamos queridos o amados
  • vayamos a perder algo importante o querido

¿A qué temes?  ¿Por qué tienes miedo?  ¿De qué maneras entra el miedo en tu vida?

Yo en mi kayak
La clave para estar con el miedo es contactar lo que está aquí ahora en nuestras vidas, en vez de intentar evadirlo. La siguiente historia ilustra esta idea y nos ayuda a entenderla.


Al navegar en kayak, uno puede toparse con los torbellinos en el agua. Este espiral de agua puede , con su rápido girar atrae a todo lo que esté flotando cerca y lo tira hacia abajo. Uno puede ahogarse al estar atascado en la fuerte corriente de agua. La única manera de liberarse del torbellino es sumergirse en el centro del espiral, llegando al punto más profundo, cerca del suelo. Al llegar al centro, al punto más profundo, se puede salir por la parte lateral del espiral.

Esto se logra al hacer lo opuesto de lo que nuestros instintos nos dicen. Nuestro instinto es salir del agua, luchar contra la corrienta para llegar a la superficie. Pero en este caso, no funciona, porque el espiral sigue tirando hacia abajo. La clave es dejar que nos lleve hacía el centro del espiral. 

Es así con el miedo. Nuestros instintos nos dicen que evadamos el miedo para poder ignorarlo o distraernos. Es natural querer evadir la aparente fuerza del miedo, la sensación incomoda que se genera en nuestro cuerpo. Sin embargo, la manera eficaz de relacionarse con el miedo es enfrentarlo con presencia.

Tenemos que contactarlo directamente. No hacemos esto si el miedo es el resultado del trauma. Puede que sea demasiado agobiante. Si la situación se trata de trauma, es preferible pedir que alguien te ayude con este miedo--un amigo, un consejero, un terapeuta, un curandero.  Puedes intentar encontrar un pensamiento que te hace sentir miedo, un miedo no muy fuerte. En esta situación, déjate sentir la sensación que surge. Respira con el miedo, llevando tu respiración hacía el sitio dónde lo sientes en el cuerpo, convive con el miedo y las sensaciones que son producidas por un momento. Al exhalar, deja que el miedo salga del cuerpo hacia el gran espacio a tu alrededor, el océano de esta vida, la inmensidad del universo. Ve al miedo saliendo, entrado en un espacio más grande.

Cuando navegamos en kayak en el mar, o en un lago, podemos sentir que formamos parte de este gran espacio. Deja que el miedo se disperse en este gran espacio. Cuando tomamos conciencia que formamos parte del gran mar de la vida, tenemos la habilidad de relacionarnos con el miedo en vez de evadirlo. Nos damos cuenta que somos extensos como el mar y no solamente las olas.

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viernes, 6 de abril de 2012

No tengo que creer en mis pensamientos

La conciencia plena no pide que eliminemos los pensamientos. Nos pide reconocer los pensamientos para no caer en un trance, el trance creado por los pensamientos.  Hay una gran diferencia entre no pensar de ninguna manera y no creer en los pensamientos. Reconocer lo que pensamos y la manera en que pensamos nos ayuda. Podemos parar y decir, “pensando, pensando, estoy pensando ahora.” O de la misma manera, “preocupándome, preocupándome.”  “planeando, planeando.” Si identificamos los pensamientos, tenemos mejor habilidad para darnos cuenta de lo que pasa en el momento presente. Llegamos a notar las sensaciones en el cuerpo, la respiración, los sonidos al alrededor nuestro, la vida que está aquí delante nuestro.

Cuando practicamos la consciencia plena, notamos nuestros pensamientos. Esta observación nos da la oportunidad de nombrarlos y determinar que en general nuestros pensamientos no nos sirven. La verdad es que muchos están basados en el miedo y promueven la inseguridad. Durante nuestros retiros espirituales de meditación, muchas personas nos dicen:

“Me he dado cuenta que no tengo que creer en mis pensamientos.”



Foto: Shell Fischer
Practicando la conciencia plena nos cambia la mente. Nos da la oportunidad de hacer una pausa. Cuando hacemos una pausa, nos damos cuenta de que la mayoría de los pensamientos no nos sirven.  Y así, tenemos la oportunidad de regresar a la presencia en cada momento.  El proceso de elegir entre los pensamientos y la presencia llega a ser aún más poderoso cuando nos damos cuenta que nuestros pensamientos pueden hacernos sufrir y crear separación. Los pensamientos crean un grupo de “nosotros” y otro grupo de “ellos.” Nos hacen juzgar y nos hacen sentir mal, bajando nuestra auto-estima. 

En aquellos momentos cuando estamos perdidos en el mundo de los pensamientos, ¿Qué pasaría si pudiéramos hacer una pausa y decir, “Bueno. Sólo es un pensamiento.” Sería algo revolucionario. Nos puede cambiar la vida. 

Ahora, la parte clave es acercarnos a este paso con ternura y cariño. Cada vez que reconocemos el acto de pensar y volvemos al presente con ternura y cariño, sembramos una semilla de conciencia plena. Adoptamos la costumbre de vivir de una manera diferente en nuestro mundo. Calmamos los pensamientos en nuestra mente. Nos refugiamos en lo verdadero – la vida y la ternura del momento presente – nos liberamos de la historia creada por los pensamientos. 

“Diez mil flores en la primavera, la luna en el otoño,

Una brisa fresca en el verano, la nieve en el invierno.

Si no hay cosas innecesarias en tu mente,
Es la mejor estación de tu vida.”— Wu Men

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martes, 20 de marzo de 2012

Hacer una pausa y prestar más atención



El siguiente pasaje es de en un artículo de la revista del New York Times de hace algunos años.


William C. Moyers, partidario de la rehabilitación (y el hijo del periodista Bill Moyers) quién ha estado libre de drogas y alcohol por doce años, fue invitado para hablar en un congreso de M.I.T. En una sala llena de científicos e investigadores obsesionados con los detalles del cerebro humano, Moyers dio una charla en la que les recordó que curando una adicción puede ser aún más difícil de lo que pensaban.  “Yo tengo una enfermedad con sus orígenes en el cerebro…pero también he sufrido con otro aspecto de esta enfermedad,” les contó a los investigadores y científicos, y algunos estaban apuntando lo que decía. “Yo nací con lo que me gusta llamar un vacío en mi alma…un dolor que venía de la idea de que yo no valía nada y lo que hacía nunca era suficiente. Pensaba que no merecía nada. Si alguien no me prestaba atención pensaba que a lo mejor no le caía bien.”

Un silencio profundo tomó la sala. “Para nosotros, los adictos,” continuaba, la rehabilitación es más que sólo tomar una pastilla o recibir una inyección...la rehabilitación también tiene que ver con el espíritu, prestando atención al vacío que tenemos en el alma.”


¿Qué es un vacío en el alma? Es un deseo de conectarse con otros, un deseo de comunión, de unidad, una añoranza de darnos cuenta de quiénes somos. Es un deseo de saber que somos queridos, un deseo de identificarnos como alguien amado. No son sólo los adictos quiénes tienen el vacío en el alma ya que todos podemos reconocer algo de esto en nuestras vidas.


¿Cómo sanar el vacío en el alma? Todos tenemos una añoranza de ser amados, de libertad, de creatividad, de alegría, pero lo que pasa es que nos fijamos en los sucedáneos que nos llevan aún más lejos de lo que en verdad queremos, más lejos del momento que puede ser la fuente de la libertad.  


¿En qué nos fijamos? ¿Qué intentamos usar para remplazar una añoranza verdadera?


Foto cortesía de Andrés Meneses
Puede ser que queremos ser dados el visto bueno. Puede ser que pensemos, “Si sólo recibo estos elogios y este reconocimiento, entonces yo sabré que valgo algo. Puede ser dinero, o todo lo que podemos comprar con el dinero. Si tengo esta casa, o este coche, o esta ropa de marca, entonces me aceptarán. La comida es un sucedáneo. ¿Alguna vez te has encontrado sintiéndote sólo o triste, y pensaste que la solución está en el refrigerador? Otros sucedáneos pueden ser el sexo, los drogas, o el alcohol.


A veces identificamos a esta obsesión de nuestra mente con la frase  “si sólo…” Creemos que, “Si sólo todo pudiera estar bien, entonces estaré feliz.” ¿Suena?  “Si sólo pudiera ponerme bien de salud.” “Si solo pudiera conocer a la pareja perfecta.” O “si sólo esta pareja y yo pudiéramos salir adelante.” O, “si sólo pudiera perder veinte libras.” La lista sigue y sigue. Y al final creemos que estas cosas nos pueden poner felices.


Pero no podemos sanar el vacío del alma si estamos intentando conseguir un sucedáneo que nos gratifique. Cuando actuamos así, nos lleva más y más lejos de momento, y sólo en el momento podemos encontrar lo que de verdad queremos. Sólo al estar en el presente podemos sentirnos vivos, queridos, entendidos, y liberados.


¿Cómo podemos dejar de perseguir sucedáneos y volver al presente? El primer paso es identificar cuando estamos intentando llenar el vacío en nuestras almas. Cuando notamos los pensamientos de “si sólo…” Si sólo tuviera…Si sólo pudiera ser así…Cuando notamos que nuestros pensamientos o acciones nos llevan a buscar un sucedáneo, lo mejor es hacer una pausa.  Respirar. Con cuidado, reconocemos lo que está pasando. Podemos identificar el deseo detrás del pensamiento con ternura e interés. Podemos reconocer la fuerza que surge como parte de una añoranza.


Sólo al hacer una pausa y prestar más atención, nos acercamos más a la libertad. Primero, traemos conciencia a las capas de dolor y miedo dentro de nuestro ser. Si observamos el dolor y miedo, podemos encontrar la posibilidad de recuperar, experimentar más sanación, vivir con más compasión y presencia.  Puede ser que nuestras acciones sean como las de antes pero la diferencia es que estamos más presentes. Pase lo que pase, hacer una pausa nos pone en el camino de la sanación. Hacer una pausa nos ayuda a identificar nuestras necesidades pendientes. Nos ayuda a descubrir la fuente de nuestras añoranzas más profundas. Nos cura del vacío en el alma.






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miércoles, 22 de febrero de 2012

El misterio de quiénes somos




Cuando mi hijo estaba en una escuela Waldorf, alguien me contó una historia que me encantó.

Los niños estaban en clase de arte, sentados en varias mesas, trabajando en sus proyectos. Una niña estaba trabajando muy bien, enfocándose completamente en lo que tenía delante suyo. La profesora se acercó para ver qué hacía. Después de observar por un rato, le preguntó qué estaba dibujando.

Con mucha confianza, la niña dijo, “Estoy dibujando a Dios.”

La profesora se rió y dijo, “Pero cariño, nadie sabe cómo se ve Dios.”
Sin ningún titubeo y sin levantar la cabeza, la niña respondió, “¡Se sabrá en un momento!”

Esta historia me hizo pensar. ¿Qué nos pasó?  ¿Dónde se fue nuestro espíritu?  El estado salvaje de Dios, del espíritu, como dice el escritor John O’Donahue. Es como si se nos olvida o nos desconectamos de la espontaneidad y el ánimo que expresa la esencia de nuestro espíritu. 

Probablemente la pregunta más profunda en cualquier tradición espiritual es: ¿Quién soy? Si miramos más allá que los papeles que hacemos y las imágenes que nuestra cultura nos da, más allá que las ideas que interiorizamos por nuestra familia, ¿Quién está aquí de verdad? ¿Quién está leyendo ahora? ¿Quién está mirando todo por estos ojos? ¿Quién es el que escucha los sonidos que están alrededor mío?  

El Buddha dice que sufrimos porque no sabemos quiénes somos. Se nos ha olvidado quiénes somos. Sufrimos porque nos identificamos con un ser ilusorio que es mucho más estrecho que la verdad, mucho menos que la totalidad de quiénes somos. Muy a menudo nos limitamos a los papeles que nos tocan vivir, ser padres, ayudantes, jefes, pacientes, víctimas, jueces. Resulta que nos enganchamos a nuestra apariencia, nuestro cuerpo. Nos aferramos fácilmente a nuestra personalidad, nuestra inteligencia. Nombramos y contamos nuestros logros. Todo esto forma nuestra identidad, quién creamos que somos. Y la verdad es que esta mezcla, esta constelación, es mucho más pequeña que la verdad. No incluye toda la presencia y todo el amor que está aquí. La esencia sagrada dentro de nosotros es mucho más grande.
Mi amigo, un pastor, me contaba acerca de una reunión interreligiosa que empezó con la siguiente pregunta: ¿De qué manera debemos referirnos al Espíritu o la Divinidad? ¿Qué nombre debemos ponerle? Enseguida alguien preguntó:
 “¿Deberíamos llamarle Dios?”
“De ninguna manera,” responde una mujer que era Wiccan. “¿Qué tal Diosa?” ella dice.
“Uf, responde un pastor de denominación bautista. Él propone, “Espíritu divino.”
“No,” declara rotundamente un ateo.
La discusión sigue así por un rato más. Al final, un indígena norteamericano propone llamarle el gran misterio, y todos se ponen de acuerdo. Estaban de acuerdo porque al llamarlo así no importaban los conceptos de sus religiones. Todos podrían reconocer que lo divino, lo sagrado es un misterio.
Cuando vamos por la vida dándonos cuenta que pertenecemos a este gran misterio, y que este misterio vive dentro de nosotros y fluye por nuestros cuerpos, ocurre un despertar en nuestra alma que nos otorga libertad y vida nueva.


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domingo, 5 de febrero de 2012

No importa lo que pase…lo más importante es cómo respondemos

Una de mis historias preferidas cuenta lo que pasaba hacía décadas cuando los ingleses colonizaban la India. Querían hacer un campo de golf en Calcuta. Aparte del hecho de que los ingleses no deberían haber estado allí, en Calcuta, el campo de golf no era buena idea. Un gran desafío del proyecto era que muchos monos vivían por la zona.
Resulta que los monos también querían “jugar” al golf, y para mostrar su interés en cada jugada, entraban en el campo y tiraban las pelotas por todos lados. ¡Qué molestia para los golfistas! Como era de esperarse, intentaron controlar a los monos. Primero, con mucho tiempo y energía, construyeron vallas altas que rodeaban el campo. Los monos, muy hábiles, escalaban y podían entrar en el campo de todas maneras. Las vallas no eran una solución. Luego, intentaron distraerles. Yo no sé cómo — a lo mejor su solución era darles plátanos — pero por cada mono que seguía los plátanos, otros dos se le unían. Más y más monos terminaron entrando en el campo para pasarla bien y compartir en la merienda.  Desesperados, los golfistas decidieron atraparlos para llevarlos a otro sitio, pero ese plan tampoco les funcionó. Por cada mono que atrapaban, aparecían más familiares aficionados a jugar con las pelotas de golf. La solución final fue establecer la siguiente regla: En este campo de golf  de Calcuta, todos los golfistas tienen que seguir jugando donde sea que el mono deje la pelota.

                         Sí, ¡esos golfistas llegaron a una solución!
  
Todos queremos que la vida sea de cierta manera, y claro que la vida no siempre se cumple según nuestros deseos. A lo mejor, la vida sí está yendo de acuerdo a nuestros planes por un tiempo. Este aparente control hace que pensemos que siempre será así y terminamos aferrándonos a los momentos en los cuales todo va bien. Sin embargo, todo cambia. Nada es permanente. A veces pareciera  como si los monos nos están dejando las pelotas de golf exactamente dónde no las queremos. ¿Qué podemos hacer?

A menudo, cuando algo no sale como esperamos, es común echar la culpa a nosotros mismos o a los demás. Puede ser que nuestra manera de reaccionar sea que nos pongamos agresivos. O es posible que nos sintamos victimizados, cómo si el único recurso a nuestra disposición es rendirnos. A veces, para tranquilizarnos usamos la comida y la bebida como sedantes. Pero, lo que está claro es que todas estas reacciones no nos ayudan de verdad.

¿Cuál es la verdadera solución? Si vamos a encontrar paz y libertad, nos  hace falta hacer una pausa y decir, “Bueno. Los monos han dejado la pelota aquí. Jugaré desde aquí, tan bien como pueda.”

 ¿Cómo lo hacemos?

¿Qué pasa si hacemos una pausa y nos conectamos con la presencia interior?  Si pensamos en una situación en la vida en que todo no va según nuestro plan — en la cual los monos han dejado la pelota donde menos nos esperamos. Puede que sea en una relación que nos pone nerviosos o alguna inseguridad.  ¿Qué tenemos que hacer para “continuar el juego de donde sea que haya caído la pelota”?   Si pudiéramos acceder a nuestra sabiduría, nuestra compasión, ¿cómo responderíamos a estas circunstancias?
Una de las grandes lecciones relacionadas con la vida espiritual es: no importa lo que pase en la vida. Lo que importa es cómo respondemos a lo que está delante nuestro. La manera en que respondemos determina nuestro estado de felicidad y alegría. Determina nuestra tranquilidad personal.

¿Qué pasaría en el juego de la vida, cuando un mono nos mueve la pelota al sitio menos esperado, si en vez de reaccionar, tomamos una pausa y respondemos con presencia?

sábado, 21 de enero de 2012

Aprendiendo a responder, no reaccionar



Para poder despertarnos y vivir fuera del control de nuestros hábitos y condicionamiento, un elemento clave es poder hacer una pausa, reconocer el presente, y abrirnos hacia un espacio más grande que el capullo creado por la mente y los pensamientos. Nuestra tendencia es perdernos en un ciclo de reactividad. Para salir de este patrón, nos hace falta cultivar la capacidad de hacer una pausa, reconocer el presente, y abrir el corazón y la mente hacia lo que hay delante nuestro.
Uso la metáfora de la segunda flecha muy a menudo, porque ayuda mucho. El Buddha contaba un parábola que enseñaba lo siguiente:
“Si te dan una flechazo, te darías otro hacía ti mismo?”
La primera flecha es cuando observamos la manera en que vivimos cada día, cuando observamos lo que pasa, cuando tomamos en cuenta cuando nos duele el cuerpo, cuando notamos que alguien nos trata con una falta de respeto, cuando nos damos cuenta que algo malo le pasa a alguien que queremos. Tirar la segunda flecha en ese caso sería culparnos a nosotros mismos o culpar a los demás. Tirarla es reaccionar con la mente o el cuerpo. La reactividad no nos trae una solución. No nos cura. No nos ayuda.

La sanación y la liberación de nuestro Ser son el producto de la no proliferación de nuestros pensamientos. Limitar la influencia de los pensamientos es tener la sabiduría de hacer una pausa y llegar en todo momento al presente. Así accedemos a la sabiduría y la compasión que forma una parte fundamental de nuestro ser. De esta manera no reaccionamos con miedo sino respondemos inteligentemente.

La meditación nos ayuda a responder inteligentemente ya que no da la oportunidad de deliberadamente hacer una pausa, reconocer lo que está sucediendo, y abrirnos al espacio que está aquí delante nuestro. Digamos que uno comete un error y automáticamente entra en el hábito de repudiarse. Si en ese momento uno pausa y dice:

“Muy bien. Me voy a sentar, voy a estar aquí ahora y hacer una pausa. ¿Puedo reconocer lo que pasa en esta situación? ¿Puedo reconocer y identificar lo que está aquí delante mío – el espacio, los sonidos, las sensaciones en el cuerpo, y los sentimientos?  ¿Puedo abrirme a la presencia que está aquí delante mío?” 

Cuando prestamos atención a lo que está aquí en este momento, volvemos a nuestro corazón, un corazón sabio. Con presencia, respondemos a la situación en vez de reaccionar.

“Tienes la paciencia para esperar hasta que el barro despeje y el agua se vuelva transparente? Puedes esperar hasta que la acción justa y correcta surja por sí sola?  

— Tao Te Ching


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